domingo, noviembre 03, 2013

La mitad de mi vida

Hace unas semanas cumplí 37 años. Segun las estadísticas, la esperanza de vida en mi país (México) es de 74 a 75 años para los hombres. Si por las estadísticas vamos, estoy a la mitad. Si bien no tengo (ni yo ni nadie) comprada la vida, la estadística siempre es una referencia. Dios dirá si la podemos inclinar a nuestro favor.

Es increíble echar la vista hacia atrás para ver cómo ha sido recorrer estos 37 años, que se escriben en 1 segundo pero que han sido toda una vida. Hacer el ejercicio de rápidamente recorrer los momentos que han quitado el aliento, pensar en aquellos que me pusieron lágrimas en los ojos. Pensar en los momentos que me sentí como la persona mas afortunada del universo y también aquellos donde me sentí miserable por haber actuado mal, o por haber recibido una inesperada mala sorpresa.

Tengo un objetivo a partir de ahora: no desperdiciar mi vida mas. Estar cerca solo de la gente que me hace sentir bien y con quienes puedo ser yo, y a quienes puedo aportar algo positivo, así sea una sonrisa o un mal ejemplo.

Hoy empieza el otro camino: el que va de regreso. No hay tiempo que perder, y mucho qué vivir...

jueves, marzo 28, 2013

Mi abuelita

Mi abuelita era indígena y de orígenes humildes. Mi abuelita me hizo gran parte de la persona que hoy soy con su carácter pero sobre todo con su ejemplo. Mi abuelita fue una gran mujer y una gran persona. Para mí eso describe por mucho por qué ella era importante en mi vida. Mi abuelita ya no está con nosotros. Murió el pasado enero y ha dejado un gran hueco en mi corazón.

En estos momentos siento una gran necesidad de tenerla cerca, acariciar su pelo y darle un beso en la frente. Como lo hacía siempre que la veia. No puedo porque ya se fue. Y no pude hacerlo con la frecuencia que hubiera querido porque hace ya 20 años que dejé la casa de mi madre, y son los mismos años que ya no la veia diariamente. Salí a perseguir mis sueños justo como ella me lo aconsejó, porque ella fue una gran impulsora de que saliera a hacer lo que quería hacer y que estudiara lo que yo quisiera y disfrutara. Salí a perseguir mis sueños y a cambio el precio fue no tener tan de cerca a personas que quería, quiero y son importantes para mi como mi abuelita y mi madre. Pero me quedan muchos recuerdos, vivencias y memorias de mi abuelita que no quisiera olvidar nunca y es por esto que los plasmo aquí. Es mi forma de rendirle un pequeño tributo por lo mucho que significó para mi.

La recuerdo como una mujer de apariencia adusta. Y en realidad tenía un carácter muy firme, pero fue eso lo que la impulsó siempre a salir adelante ante cualquier adversidad, que no fueron pocas en su vida. Nació en cuna humilde en un pueblo pequeño, y desde siempre tuvo que trabajar muy duro para salir adelante. Las historias que me han contado me hacen deducir que por ser bonita en su juventud se enamoró de ella el hijo del tendero del pueblo, quien en ese momento y por las circunstancias podía considerarse de "familia acomodada". Se unió a él y procrearon 3 hijos. Años mas tarde se separa (por razones que nunca entendí bien a bien) pero desde entonces tuvo que ponerse a trabajar para poder mantener a sus hijos. Solo a 2 de ellos porque uno se quedó al cuidado de los abuelos paternos, dado que la abuela (es decir, bisabuela mia) le había tomado mucho cariño y mi abuelita pensó que en su nueva condición no podría mantener a los tres. Así pues, regresó con sus padres y con ayuda de sus hermanos fue consiguiendo sacar adelante a sus hijos. No tenía ninguna instrucción pública y nunca aprendió a leer y a escribir. Trabajaba como criada en casa de familias mejor acomodadas cocinando, así como lavando y planchando ajeno. En temporadas también tuvo una cocina económica donde daba de comer a trabajadores que buscaban alguien que les cocinara rico y económico. Trabajó mucho y muy duro. Pero nunca renegó de su suerte y por encima de todo nunca se dio por vencida.

A pesar de ser clasificada como analfabeta, siempre supo el valor de la educación. Puso a estudiar a sus dos hijos (un tío y mi madre) con la esperanza de que ellos tuvieran un mejor futuro. Pero el destino le puso una prueba mas. Una de las tantas que habría de pasar. Mi tio, a sus 11 años, muere ahogado mientras nadaba en una poza con unas amistades. Dicen que sabía nadar muy bien, pero que posiblemente tuvo un calambre que hizo que ya no pudiera salir. A pesar de lo mucho que sufrió con este hecho mi abuelita no desistió y siguió adelante. Mi abuelita siempre fue muy fuerte ante las adversidades. Sus últimos años los pasó en silla de ruedas, pues le tuvieron que amputar una pierna producto de problemas de circulación causados por la diabetes que la aquejó por muchos años. Estuvo muchas veces en el hospital. Y siempre puso mucha fuerza para batallar en contra de lo que le aquejaba. Pero la insuficiencia renal y complicaciones derivadas de ella la vencieron finalmente.

Mi abuelita me enseñó muchas cosas con su proceder: siempre fue muy honesta, y a pesar de que por años la aquejó la pobreza jamás cayó en la tentación de tomar lo ajeno, a pesar de haber tenido oportunidad. Para ella era una falta muy grave tomar algo que no es propio. Siempre fue muy justa y ante todo ponía el sentido del deber ser enfrente de las situaciones, en lugar de sacar partido de alguna situación ventajosa para ella. Nunca abusó de nadie ni tomó ventaja de alguien que estaba en una situación mas desfavorable.  Siempre dio de comer al hambriento y de beber al sediento. Cuando la inseguridad no se había apoderado todavía de mi pueblo, la recuerdo ofreciendo agua y comida a los vendedores que pasaban por ahí. Aunque no los conociera. Los veía cansados y les preguntaba si no querían agua o comida. Alguna vez me confesó que lo hacía porque si el día de mañana yo o alguien de la familia lo necesitaba, ella quería que hubiera alguien que nos tendiera una mano. Siempre estuvo dispuesta a apoyar a los necesitados e intentaba visitar a los enfermos cuando podía. Me cuenta que cuando era mas joven, también visitaba a los presos para ofrecerles de comer, pues sabía que muchos de ellos estaban ahí injustamente y nadie les hacía caso. Ella que siempre tuvo poco, no dudaba en compartir lo poco que tenía con las personas que creía podían necesitar mas que ella.

Mi abuelita siempre guisó muy rico. Y siempre fue muy celosa de su cocina. Eso sí, no quería que yo me metiera a cocinar. "Los hombres no deben estar en la cocina" sentenciaba. Aunque mas de alguna vez me metía a intentar ayudarla para aprender un poco de sus artes culinarias. Mas adelante en mi vida, el haberla acompañado a cocinar me sirvió para pasar mucho mejor mi época de estudiante.Por lo mismo, siempre fue muy quisquillosa con la comida y no aceptaba cualquier cosa. Conquistar su paladar era una proeza nada fácil.

A mi abuelita le gustaba cuidar de su jardín y (debo decirlo) a punta de chanclazos mas de una vez educó mi carácter infantil rebelde cuando estropeaba sus plantas. Sus matas, como ella les decía cariñosamente. "Cuidadito vayas a estropear mis matas" era la advertencia suficiente para detener cualquier posible atentado en contra de su siempre cuidado, limpio y floreciente jardín. En sus últimos años le gustaba sentarse a contemplarlo, supongo pensando en lo delicioso que se siente el aroma del aire perfumado por las flores y la vista de la vida meciéndose entre el viento que suele soplar por las tardes en mi pueblo. Era lindo verla así. Era triste escucharla decir que no podía hacer por su jardín lo que regularmente hacía cuando las fuerzas y la salud estaban todavía con ella.

Mi abuelita era una gran conversadora. Le gustaba sentarse a platicar, y cualquier persona era buena para dedicarse al ping pong de frases que se iban entretejiendo en historias que de su boca tomaban la forma de una prosa educada. Tengo la certeza que si ella hubiera aprendido a escribir, hubiera podido ser una gran novelista. Por lo mismo, también era buena con la retórica y la dialéctica. Era muy buena para dar contra argumentos y convenir sus ideas de manera clara, concisa y directa. Y lo hacía muy bien. Me encantaba escucharla conversar. Y me encantaba oírla hablar en huasteco con mi bisabuelita.

Mi abuelita era de raíces indígenas. Creo que ya lo había dicho. Era indígena huasteca (tének) y sabía hablar huasteco. Lo hablaba con su madre, con sus hermanos y con alguna otra persona del pueblo que pasaba  a visitarla. A mí me gustaba escucharla y quería aprender. Pero ella nunca me quiso enseñar, pues decía que se le "enredaba la lengua" a las personas que hablan huasteco. Tal vez quería decir que con eso uno tomaba un acento mas "indígena", lo cual en el pueblo (pueblo al fin, no acostumbrado a la diversidad) causaba burlas. De grande quise aprender, pero siguió sin quererme enseñar. Hoy hablo fluidamente dos idiomas aparte del español y a medias otros tres, pero nada me llenaría de mas orgullo de poder por lo menos hacerme entender en huasteco  para las cosas mas básicas del día a día. Tenia la ilusión que algún día pudiera escaparme algunos meses, estar a su lado y entonces aprender huasteco. Ya no sucedió. Pero espero honrar su memoria aprendiéndolo y ayudando a difundirlo. Ahora es una meta de vida, y espero en Dios no morirme antes de hacerlo...

Mi abuelita era muy severa. Cuando se enojaba tenía un carácter explosivo. Creo que heredé su carácter en ese sentido. Era muy valiente y no temía a la obscuridad, ni a lo desconocido. Lo mismo salía a ver (machete en mano) a ver qué era el ruido extraño que había escuchado, que mataba los tlacuaches que merodeaban su gallinero, que mataba los pollos y guajolotes cuando la celebración ameritaba un mole o algún guiso especial con las aves de corral.

Por  su misma condición humilde, siempre fue sencilla en sus gustos. Nunca fue de excesos, aun cuando años mas tarde afortunadamente la situación ya era un poco mas desahogada. Sencilla en su vestir, en su aspecto, en sus gustos y en sus pertenencias. Sencilla, mas no por ello simple ni carente de gusto o del sentido de la decencia y la pulcritud. Para ella, el valor y la belleza de las personas no provenía de las ropas que vestían, ni del maquillaje, accesorios o joyas. El valor y la belleza de la personas provenía de los valores. Trató bien siempre a la gente que  como ella, era trabajadora. Siempre le tendió  la mano  a los necesitados y a quien pidiera su ayuda. Esas cosas no se enseñan: se aprenden con el ejemplo. Y es por eso que a la fecha yo valoro mucho la amistad de personas luchonas, trabajadoras, honestas y que ponen encima los valores por sobre cualquier otra vanalidad material. Por haber sido de cuna humilde siempre tuvo muy presente lo que sufre quien no tiene los medios para salir adelante. Sabía lo que es pasar hambre, no tener dinero para ir ver a un doctor o comprar medicinas. Y por eso tuvo siempre esa sensibilidad hacia ellos.Por eso hasta la fecha, no pasa día en que no pase por mi cabeza alguna forma de poder ayudar a los demás. Regalar una sonrisa. Regalar una moneda a quien en verdad lo necesita (y no a quien ha hecho de la mendicidad un negocio). Apoyar a quien en verdad está haciendo lo posible por salir adelante pero le hace falta una guía, un apoyo económico o moral. Porque siendo pobre se sufre, y mucho.Ella lo sabía y ayudaba a que otros no lo sintieran tanto.

Mi abuelita siempre fue muy ahorradora y ahorrativa. Nunca desperdiciaba nada. De niño siempre me pedía que me terminara la comida de mi plato. Ella me contó después que en su niñez, debido a su pobreza, muchas veces sus padres no comían por darles de comer a sus hijos (incluida ella) y que para cubrirse del frío lo hacían con plástico intercalada con sábanas, a falta de cobijas. Por eso también reusaban todo lo que podían y así reciclaban de todo para poder ahorrar unos pesos: vasos, recipientes, latas.  Todo lo que podía tener un segundo uso era aprovechado como enseres domésticos, macetas, contenedores o lo que fuera . Nunca fue desperdiciada (especialmente en la comida) y me inculcó lo mismo. Siempre era disfrutar hasta el último bocado, y guardar lo que quedaba para comerlo posteriormente. Pero nunca dejar que la comida se echara a perder. Para mi abuelita, desperdiciar comida (habiendo tanta gente que no la tenía) era pecado y delito al mismo tiempo. Y no lo toleraba.

Trató de ser siempre alegre. A pesar de tener un carácter serio, siempre trataba de sonreir. Aun en los momentos difíciles trataba de tener una sonrisa o encontrarle el lado cómico al asunto.Siempre tenía palabras de aliento para quien pasaba a visitarla. Recibía a cualquiera en su casa. Compartía lo poco que tenía y cuando no tenía mucho, entregaba su tiempo y su cariño. Cuando cocinaba algo especial siempre repartía entre familias y vecinos (costumbre comun en mi pueblo, que se ha ido perdiendo con las nuevas generaciones pero que ella mantenía viva). Pocas veces la ví llorar, pero cuando lo hacía, las lágrimas le brotaban del alma y eran tan sinceras como sentidas. Nunca la vi llorar en vano. Como nunca la vi jurar en vano. Como nunca la vi prometer algo que no pensara cumplir. Esa es otra cosa que me inculcó: ser fiel a la palabra, pues la palabra de uno tiene un valor tan alto que impacta el honor y el respeto que uno merece como persona y como individuo. Y como tal, no consideraba bueno prometer en vano: y nunca la  ví hacerlo.

Mi abuelita era muy recatada: según las normas de su época. en la casa nunca se decían malas palabras. No eran toleradas las personas alcoholizadas. Toleraba pero no consentía a las personas que fuman. Aborrecía los vicios de cualquier índole. Trataba de mantener siempre la pureza del cuerpo, las maneras y las costumbres. No le conocí vicios, mas allá de disfrutar (tal vez mas allá de lo debido) de las delicias de los dulces. De todo tipo y regularmente en mucha cantidad. Y tal vez por eso fue que le dio entrada a la villana que poco a poco le quitaría su salud y finalmente su vida: la diabetes.

Maniática de la limpieza y el orden. "Uno puede ser pobre, pero eso no quiere decir que uno sea cochino" sentenciaba al tiempo que sacudía con su escoba el polvo del piso o limpiaba algún mueble. Su casa siempre la mantenía pulcra y con un orden que rayaba en lo insano. Siempre colocaba las cosas para dejarlas en un orden perfecto en alineación, clasificación y ubicación. Siempre todo en su lugar y en su secuencia. 

Mi abuelita supo salir adelante a pesar de todas las vivencias que a mas de uno hubieran quebrado. Salio adelante a pesar de los abusos que sufrió  y de la discriminación de la que fue objeto por ser mujer (en una época donde la igualdad no era precisamente bien vista), por ser indígena, por ser pobre, o simplemente por tener un mal día. Por eso no creo en lo que me dicen que no se puede salir adelante siendo honesto. Por eso no me gustan las personas que ponen pretextos para no trabajar y buscar el camino fácil. O que con su actitud prefieren ser mantenidos. O que simplemente dicen que no se puede salir adelante por ser pobres, pero que ni siquiera lo intentan. Mi abuela me enseño con su vida y con su ejemplo que es posible ser humilde, honesto y pasar ante la vida con la frente en alto y llegar a la vejez con la tranquilidad que da el deber cumplido y la conciencia tranquila, y gracias a ese trabajo honesto y fuerte tener una vejez mas desahogada. El no deber nada a nadie. Estar en paz contigo mismo y con la vida. Por eso también me enseñó  a no juzgar, a no discriminar, a ser justo en ideas y en accciones, a trabajar duro por tus sueños y a "hacer el bien sin mirar a quien". Pues uno nunca sabe....

Tuve la fortuna de que me formaran dos mujeres: Porque el destino me quitó a mi padre siendo un niño, el mismo destino hizo que me criara con mi abuelita y con mi madre (tal vez algún dia escriba sobre esto), y por eso es que todo lo anterior cobró mucha relevancia para mi en mi formación como persona. Como mi madre trabajaba por el día y llegaba ya tarde, era con mi abuelita con quien iba a la escuela, comia y pasaba buena parte del día en general. Y aunque se que había gente que les decía que dos mujeres solas no podrían criar a un varón (Volvemos a los prejuicios de pueblo), creo que el tiempo les ha demostrado que estaban muy equivocados

Mi abuelita me quería mucho.  Y yo la quería a ella. Para mí, mi abuela fue mi padre y también mi segunda madre. Fue muchas veces mi cómplice y muchas más fue amplificadora de mi conciencia: cuando hacía alguna cosa indebida, su ejemplo me recordaba cómo debía ser. Yo agradezco a Dios por haberme dado la oportunidad de haberle dicho esto unos días antes de su muerte: que la quería mucho. No recuerdo cómo fue que comenzamos a platicar, pero le pregunté qué juguetes me ponían cuando yo era un bebé. Se puso a llorar. Me dijo que ellos eran muy pobres y que no tenían para comprarme mas juguetes. Alguien me contó que cuando niño me ponían en una caja de cartón grande y ahí me la pasaba, o amarradito con una correa para que no me escapara. Como se crían a los niños en el rancho. Le doy gracias a Dios porque quien me cuidaba era mi abuelita, que siempre lo hizo con mucho amor. Y así se lo dije: "Abue, la verdad eso no importa. Me criaste con cariño y eso importa mas que cualquier juguete. Te quiero mucho". Ya estaba postrada en la cama donde días mas tarde habría de partir. Acariciándole su pelo le besé la frente. Justo como me encantaría poder hacerlo ahora.

Gracias Dios por haberme dado a un ángel en forma de mi abuelita. Gracias por haberla puesto en mi camino, haber podido aprender de ella y haber podido sentir la calidez de su cariño y su ternura.

Gracias Abuelita Lupe. Hasta la eternidad: ahí nos veremos de nuevo algún día. Por lo pronto te digo lo que me decías cuando nos despedíamos, "Adiós, que te vaya bien. Que Dios y la Virgen te cuiden". Descansa en Paz.